Robert Smith, el icónico líder de The Cure, es conocido no solo por su distintiva apariencia y su música melancólica, sino también por sus opiniones contundentes sobre otros artistas.
Uno de los blancos de su crítica más famosa fue Queen, una banda que, paradójicamente, comparte con The Cure el estatus de leyendas del rock, aunque con estilos marcadamente diferentes.
La aversión de Smith hacia Queen, revelada en una entrevista de 2004 con Rolling Stone, no se basaba en una animosidad personal, sino en una profunda divergencia en cuanto a la filosofía y el estilo musical.
Queen, con su rock operístico, su teatralidad y su apuesta por un sonido grandilocuente, representaba todo lo que Smith rechazaba en la música de los 80. The Cure, por otro lado, se sumergía en el post-punk y la new wave, explorando territorios más oscuros y menos convencionales, con una estética gótica que contrastaba fuertemente con el glamour de Queen.
Smith encontró en Queen un emblema del comercialismo y la extravagancia que él y su banda evitaban deliberadamente. Esta diferencia no era meramente musical sino ideológica. Mientras Queen abrazaba la fama y la espectacularidad, The Cure se mantenía en una línea más introspectiva y menos complaciente con las tendencias mainstream.
“Bueno, nunca me gustó Queen. Puedo decir honestamente que odiaba a Queen y todo lo que hicieron”.
Además, el comentario de Smith no solo refleja un choque de géneros, sino también una declaración de identidad. En un mundo donde Queen triunfaba con himnos que unían a las masas, Smith prefería la conexión íntima con un público que, como él, se encontraba en los márgenes de lo convencional.
Esta rivalidad, más bien unilateral desde la perspectiva de Smith, subraya las tensiones dentro del rock entre la comercialidad y la autenticidad, entre el espectáculo y la introspección, marcando a Robert Smith como una figura que, incluso en su rechazo, define su propio camino en la música.