Freddie Mercury encontró en Mary Austin una compañera que jamás le abandonó.
Gracias a la película “Bohemian Rhapsody”, la obra del enorme Freddie Mercury fue reivindicada y también muchos de los que conocían de lejos su historia y su música comenzaron a interesarse hasta convertirse en auténticos fanáticos. De ese film quedaron en el ambiente muchos temas atractivos que invitaban a buscar más información. Por un lado el profesionalismo y el compromiso con el que el artista encaraba cada proyecto. Y otro el vínculo que tuvo con Mary Austin.
Lo que hubo entre Freddie Mercury y su chica fue una auténtica historia de amor, pero de esas que trascienden todos los esquemas y las formas preestablecidas. Se conocieron cuando él todavía no conocía la fama que adquirió luego y lo acompañó durante todo el proceso de crecimiento personal. También de la banda, siempre desde afuera y sin intervenir en nada que no le incumbiera directamente. De Mary nadie puede decir lo que sí se dice de Yoko Ono.
La joven trabajaba en una boutique de indumentaria muy conocida de Londres y se conocieron mediante Brian May, quien con anterioridad tuvo un breve amorío. En la película se muestra que el único motivo de conflicto que llevó al cantante a decidir separarse de su amor era la vida de fiestas que él llevaba. Y que aparentemente no era compatible con los gustos de ella. Sin embargo, quienes han estudiado en profundidad el caso aseguran que eso no es cierto. Las largas jornadas de celebración con amigos era otra de las cosas que compartían y disfrutaban juntos.
Gran amor
Mary Austin y Freddie Mercury jamás se casaron ni tuvieron hijos, pero de todos modos se llamaban respectivamente “esposo” y “esposa”. El amor que se tuvieron fue tal que el gran tema por el que no lograron coincidir fue la orientación sexual que él descubrió cuando el vínculo ya estaba consolidado. Sin embargo, esa discrepancia derivó solamente en que dejaran de ser pareja romántica y no compañeros de la vida. Continuaron juntos en cada momento importante de sus vidas y también en los cotidianos. Freddie confiaba en ella más que en ninguna otra persona. Ese sentimiento no podía disolverse con la finalización de un noviazgo, pues lo de ellos estaba mucho más allá.
Antes de morir, Freddie Mercury dejó asentado que quería que su casa de Londres, la mitad de su patrimonio y la totalidad de los derechos de su música fueran para ella. Esos poderes se traducen en millones de dólares que continúan creciendo día a día gracias al auge de la película y a los nuevos fanáticos que se suman a la vorágine de una música que parece de otro planeta. Con semejante gesto no quedan dudas de que era ella la única persona que para él contaba realmente.