Esther Mucientes en El Mundo.- Cuando en 1968 Freddie Mercury todavía era un estudiante en el Ealing Art College de Londres empezó a fabricar la que para muchos es una de las mejores canciones de la historia de la música. La llamó Bohemian Rhapsody y nunca reveló que quería decir aquella misteriosa canción que aunaba balada, ópera, rock con una letra fatalista (“…atrapado en un derrumbe, no hay escape de la realidad…”). Una “fantasía” la llamó.
“Es una de esas canciones que te trasportan a una fantasía. Creo que la gente debe escucharla, reflexionar y crear su propia historia dependiendo del significado que tenga para cada uno”, es todo lo que se le consiguió sacar sobre su obra maestra.
Como fantasía fue su vida, como fatalista también, como conflictiva, como emocionante, como ha intentado mostrar (con éxito mayúsculo, pero no pocas críticas) el biopic (que no documental) de la vida de Queen, Bohemian Rhapsody, la película. Es una conmemoración, una fiesta, una ovación a Freddie, primero, a Queen, segundo, y a su música, por encima de todo.
La historia del grupo, de su formación (con algunos errores), de sus idas y venidas, de lo conocido por la mayoría y lo desconocido en su minoría y, sobre todo, a su música, con una banda sonora espectacular, que pese algún fallo cronológico (Brian May no escribió We will rock you en los 80 sino en 1977) sostienen y, junto a la interpretación de Malek y a la historia en sí, sostiene la cinta (no podía ser de otra manera).
Nominada a cinco Oscar, entre ellos el de Mejor Película y Mejor Actor,Bohemian Rhapsody es una oda a Freddie, a Queen y a la música. Si la vida de Mercury no estuvo exenta de polémicas, críticas y excesos, la película no iba a ser menos.
Primero, la iba a protagonizar Sacha Baron Cohen, diferencias creativas hicieron que abandonara el proyecto. Después corrieron los rumores, que si Daniel Radcliffe, que si Dominic Cooper, que si Ben Whisaw… Seis años después del primer proyecto, Rami Malek era el elegido para transformarse en Freddie Mercury.
Segundo, el director. Primero iba a ser Dexter Fletcher, pero diferencias creativas (otra vez) le descartaron retrasando todo el rodaje. Llegó Bryan Singer y, por fin, con años de retraso en septiembre de 2017 comenzaba el rodaje.
Pero, poco duró la calma. El comportamiento de Singer durante el rodaje (cuentan que al parecer aparecía y desaparecía día sí y día también), el mal rollo con Malek, pero, sobre todo, las denuncias por acoso y abuso sexual, hicieron que Brian May, guitarrista de Queen, muy implicado en la película, pusiera punto final al trabajo de Singer en el filme. Si él dirigía, no habría película. Y entonces tuvo que volver Dexter Fletcher para rematar las tres semanas que quedaban de filmación.
Pese a los trompicones, las idas y venidas, los retrasos, Bohemian Rhapsodyvio la luz. La película es lo que es: contar la vida del mítico Freddy Mercury con sus luces y sus sombras y la formación del grupo con la reinterpretación que guionistas y directores quisieron hacer de ella. Estaba claro que si se hacía una película de Mercury las críticas iban a llover por doquier porque se estaba hablando del alma de Queen, de la historia de la música, de uno de sus grandes.
Obviamente el filme no es un documental ni nunca quiso serlo. La película es un biopic en el que se entremezclan datos verídicos y reales en la vida de Mercury con interpretaciones que no han sentado muy bien a los fans del músico.
Probablemente, la mayor y peor de todas la que tiene que ver con la escena que May consideró “uno de los pilares del filme”: el concierto Live Aid.
Según la versión de Bohemian Rhapsody, Freddie Mercury supo que tenía sida justo antes del histórico concierto. Una licencia y giro de guión que añade mucho más dramatismo a un momento que no lo necesitaba, pero que a la película le venía de perlas. ‘Falseando’ ese dato se conseguía un desenlace más emocional y dramático, y servía también para mostrar una reconciliación de la banda que en la realidad nunca se vivió.
El año en el que se celebró el Live Aid, Mercury sí se había hecho una prueba del VIH, pero no dio positivo. La primera prueba que confirmó que tenía sida, según reconoció su pareja Jim Hutton, llegaría dos años después. Mercury, además, no reveló ni hizo pública su enfermedad (nada más que a Hutton y a Mary Austin, su primera y para siempre novia) hasta el final. “He procurado mantener oculta esta situación para proteger mi vida privada y la de quienes me rodean, pero ha llegado el momento de que mis amigos y fans de todo el mundo conozcan la verdad…”.
Licencias del guión, interpretaciones de los directores, intentos de hacer más interesante una vida que no lo necesitaba. Da igual, la película es merecedora de las mejores críticas gracias a la magnífica y sorprendente interpretación que Malek hace de Mercury. Se preparó tanto, tantísimo, que hay momentos en los que en la gran pantalla llegas a creer que él que está ahí es el Freddie real. Cada gesto, cada mirada, cada movimiento… Tanto que Rami Malek contó con Polly Bennett, la misma que preparó a Eddie Redmayne para interpretar a Stephen Hawking en La teoría del todo.
Sólo por su interpretación del concierto de Live Aid se merece el Oscar. Cada movimiento, cada grito, cada paso, cada gesto de aquellos 22 minutos en los que Queen sería recordado para siempre están clavados por Malek. Sencillamente impresionante.
Malek está deslumbrante y si le falta algo son fallos de guión como el poco interés por profundizar en las sombras de Mercury, a las que se llega de manera superficial y sin dar importancia a hechos y problemas que marcaron toda la vida del artista. No quisieron ahondar en lo oscuro y da la sensación de que a la cinta le falta riesgo.
Y aunque hubo reinterpretaciones -se versionó y cambió lo que se consideró- la cinta respeta con la más absoluta exigencia escenarios, vestuarios, etc., que le dan esa credibilidad que otros momentos le quita. Sólo el fanático de Queen y de Freddie Mercury es capaz de sentarse a ver la película y encontrar los tres pies al gato. Exigencias dramáticas que priman antes que el rigor -de nuevo, Bohemian Rhapsody no es un documental ni pretende serlo-.
Es lo que tiene tener a Anthony McCarten y Peter Morgan en su guión. Buscan implicar emocionalmente al espectador y para eso hay que dar lo que emociona. Sí, con Bohemian Rhapsody se acaba llorando, igual que se acaba con los vellos de punta, y para eso hay que omitir, hay que añadir y hay que cambiar la realidad.
En definitiva, Bohemian Rhapsody podría haber sido más que un biopic al uso, podría haber sido más que anécdotas y pequeños detalles, podría haber arriesgado más, podría haber sido más que para todos los públicos porque Freddie Mercury, porque Queen eran mucho más, por que siguen siendo el rey.
Bohemian Rhapsody cuenta con cinco nominaciones a los Oscar: Mejor Película, Mejor Actor, Mejor Montaje, Mejor Mezcla de Sonido y Mejor Edición de Sonido.
Las cinco nominaciones de Bohemian Rhapsody
Mejor Película, Mejor Actor (Rami Malek), Mejor Montaje, Mejor Mezcla de Sonido y Mejor Edición de Sonido.