Tras varios meses en los que la expectación no había hecho sino crecer, por fin se estrenó el esperadísimo biopic Bohemian Rhapsody, sobre el legendario Freddie Mercury y la banda Queen.
Alejandro Arbelo.- El proyecto Bohemian Rhapsody, que ha tardado diez años en ver la luz y no ha estado exento de polémicas y reveses varios, ha sido llamado a erigirse como una de las citas imprescindibles en la cartelera de este 2018. Y es que no todos los días se lleva a la pantalla grande la vida de uno de los mayores iconos musicales del siglo XX…
Reconozco que mis sensaciones y expectativas respecto al film han oscilado durante este tiempo como en un tiovivo: si bien no comulgaba con la idea de película que desde el principio impusieron Brian May y Roger Taylor, lo cierto es que la publicación del primer y espectacular tráiler me dejó realmente emocionado y con ganas de más. Finalmente la euforia decayó algo con las primeras críticas de la prensa internacional, hasta ahora, que toca por fin valorar y enjuiciar la obra…
Lo primero que habría que señalar es que, como ya se esperaba, Bohemian Rhapsody es una película amable, para casi todos los públicos. Y es que el propósito de hacer caja de los buenos de May y Taylor pasaba indefectiblemente por contar una historia que en sus formas y contenidos fuera apta para toda la familia... o para cuantos más, mejor.
En este sentido, no hay que olvidar que se trata de un “producto oficial de Queen” y no de una obra de autor, lo que se traduce en cierto edulcoramiento de los hechos, algo entendible por otra parte. Pese a ello, lo cierto es que el film es bastante honesto. No se omiten cuestiones como la orientación sexual de Mercury, sus coqueteos con las drogas, su bajada a los infiernos en los pubs londinenses, las malas amistades…
Sin embargo, es justo aquí donde detecto los primeros puntos débiles de Bohemian Rhapsody. Por un lado, la película pone el foco abiertamente sobre Freddie -se trata de una película sobre su vida, que lleva aparejada la de la banda-, de tal forma que solo a él se le presenta como víctima de sus propias dudas existenciales y errores consumados… Ni atisbo de episodios de decadencia personal, errores o excesos en el resto de la banda, algo que verdaderamente resta credibilidad al argumento.
Por otra parte, y un poco en la línea de la crítica internacional, he de decir que la película es ligera en cuanto a determinadas dimensiones del personaje. Y es que por ese carácter “amable” del biopic, se prioriza lo artístico y musical sobre lo personal y privado. El resultado: una película soft, pero sin llegar a ser Disney…
Echo en falta, no obstante, una tensión dramática más prolongada en determinadas escenas que la requieren, resultando poco creíble por este motivo, por ejemplo, la reacción de los miembros de la banda ante la fatal noticia de la enfermedad de Mercury. (¡Demonios! ¿Quién se recupera anímicamente de tan tremendo golpe en tan solo un minuto, sin una lágrima, sin un gesto ostensible de abatimiento y con tan solo un abrazo colectivo?)…
Ciertamente, lo ideal habría sido en mi opinión una película de perfil más adulto, no tan comercial, lo cual habría supuesto abordar el biopic no solo como un festejo y oda a la vida y obra del cantante, sino como un drama que nos habría sobrecogido y emocionado algo más que Bohemian Rhapsody (especialmente con la muerte del cantante).
Es por este motivo que yo no descartaría en el futuro otra película independiente, en el que se contase la vida de Mercury desde otro prisma, algo que ya ocurrió con el fundador de Apple, Steve Jobs, que fue objeto de dos películas protagonizadas por Ashton Kutcher -en 2013- y Michael Fassender -en 2015- (la segunda mejor que la primera).
Continuando con el repaso de las debilidades del biopic, otro de los aspectos que no me ha terminado de convencer es la alternancia de voces que se produce en las actuaciones musicales entre la de Marc Martel y la del propio Freddie. Ciertamente, la que realmente pone los pelos de punta al retumbar en la sala del cine es la del genio de Zanzíbar (por muy bonita que suene también la del canadiense).
Por otro lado, como en toda obra de corte hollywoodiense, las licencias de guión son inevitables, pero a mi juicio en Bohemian Rhapsody se abusa de ellas. Siendo para mí muy importante el rigor histórico, ver colocada por ejemplo la actuación del Rock In Rio de 1985 en los 70; o la crisis del grupo justo después de la grabación del vídeo de I Want To Break Free (cuando realmente fue el álbum que contenía esta canción, The Works, el fruto del reagrupamiento de la banda), francamente, me chirría. Así, preveo una mayor aceptación de la película entre los menos entendidos y conocedores de la vida de Mercury y Queen, que entre los fans más expertos…
No obstante todo lo anterior, este biopic musical al uso tiene elementos muy positivos, tales como los golpes de humor (algunos bastante logrados), el parecido más que notable del elenco de actores que dan vida a los miembros de la banda (alucino con el clon de Brian May, Gwilym Lee), y, sobre todo, las espectaculares escenas musicales, que te hacen vibrar en la butaca con los clásicos atemporales de Queen.
Así, el punto álgido de estas escenas lo encontramos al final de la película con el Live Aid. Allí se recupera para la causa el viejo Wembley de 1985, mostrándose tomas aéreas que hacen las delicias del espectador, y donde tiene lugar a una reproducción fidedigna, muy épica, del tremendo show que dio la banda aquel día…
De este modo, revivir aquellos míticos 20 minutos sería imposible si el actor que encarnase a Mercury no estuviese a la altura. Y en este caso lo está. Despejando todo atisbo de duda desde el principio, Rami Malek consigue que te vayas imbuyendo en el personaje, de tal modo que ciertamente crees estar viendo al propio Freddie en ciertas fases de la película, incluso desde una perspectiva más íntima a la que el fan no está acostumbrado.
El grado de perfección que logra el actor de origen egipcio en la famosa actuación del Live Aid es tal, que terminas con una sensación de estar viendo, una vez más, el vídeo original del conciert. Realmente, Malek es uno de los principales atractivos del biopic. Y sí, como tanto se ha cacareado, su actuación huele a Óscar…
Así con todo, a modo de conclusión, puedo decir que la película resulta entretenida, y aunque como ya dije, yo la habría elevado en solemnidad, lo cierto es que como homenaje y tributo a la vida, obra y milagros del gran Freddie Mercury y de Queen, Bohemian Rhapsody cumple con su función. Mi nota: un 7 sobre 10.
Larga vida a la reina.