
El rodaje de Bohemian Rhapsody, la aclamada película biográfica sobre Freddie Mercury y la banda Queen, fue un proceso tan vibrante y desafiante como la vida del icónico cantante.
Dirigida por Bryan Singer y finalizada por Dexter Fletcher tras la salida de Singer, la producción capturó la esencia de Queen con una mezcla de pasión, precisión y creatividad.
El proyecto comenzó con un enfoque claro: honrar la música y el legado de Freddie Mercury. Rami Malek, elegido para interpretar a Mercury, enfrentó el reto de encarnar a una figura tan grande como su música.
Malek se preparó intensamente, estudiando los movimientos, manierismos y entrevistas de Mercury, además de trabajar con un entrenador vocal para emular su rango. Su transformación, incluyendo prótesis dentales para replicar la icónica sonrisa de Freddie, fue clave para su interpretación, que le valió un Oscar al Mejor Actor.
El rodaje tuvo lugar en varios lugares de Reino Unido, recreando momentos históricos de Queen. Uno de los mayores desafíos fue la recreación del concierto Live Aid de 1985, considerado uno de los momentos cumbre de la banda.
El equipo construyó una réplica exacta del escenario de Wembley, coreografiando cada movimiento para que coincidiera con el metraje original. Esta secuencia, que abre y cierra la película, requirió semanas de ensayos y múltiples tomas para capturar la energía electrizante del evento.
Música
La música fue el corazón del proyecto. Las canciones de Queen, como “Bohemian Rhapsody” y “We Will Rock You”, se mezclaron con grabaciones originales de la banda y nuevas interpretaciones vocales, algunas proporcionadas por Marc Martel, cuya voz se asemeja asombrosamente a la de Mercury. La banda sonora no solo impulsó la narrativa, sino que reavivó el amor por Queen en nuevas generaciones.
A pesar de los retos, como cambios de dirección y tensiones en el set, el equipo mantuvo su compromiso con la autenticidad. Los miembros sobrevivientes de Queen, Brian May y Roger Taylor, participaron como asesores, asegurando que la película reflejara el espíritu de la banda. El resultado fue un éxito global que recaudó más de 900 millones de dólares y celebró la vida de Mercury, su música y su legado de diversidad y valentía.