Brian May, Roger Taylor y Adam Lambert nos regresan a los 80’s donde Mercury reinó una vez.
Escrito por Cynthia Alejandra García Bonilla.
Long Live The Queen!
Recientemente tuve la fortuna de ver a mi grupo favorito: Queen. Para fans como yo, que nacimos en 1991, justo el año de la muerte del más grande ídolo, fue todo un acontecimiento poder presenciar a Brian May y Roger Taylor en el escenario, interpretando las que fueron, son y serán siempre las melodías principales en el playlist de la vida.
We Will Rock You abre el magnífico show con la aparición de la cabeza y manos gigantes de Frank, el Robot; quien abre la “caja” de donde aparece la agrupación encabezada por la voz de Adam Lambert, quien sin duda fue la mejor decisión para esta gira.
Sin embargo, las expectativas por parte de alguien que no tuvo la oportunidad de vivir el éxtasis de escuchar a Freddie en vivo, son demasiado altas para que alguien pueda alcanzarlas. Y es que, a pesar de su indudable talento y personalidad única, Lambert se ve opacado cuando la figura y voz del original vocalista se hacen presentes en una pantalla gigante que interactúa con la banda. Es justo en esos momentos, que las lágrimas brotaron y mi corazón latió más rápido que nunca; sintiéndolo vivo frente a mí.
Dos Gigantes
Después de un par de canciones, llega el primer solo de May; ¡qué manera de hacerte alucinar con el sonido de su guitarra y un show de luces! Fue ahí cuando todo tomó sentido. No se trata de si el joven cantante le llega o no a semejantes leyendas; se trataba entonces de uno de los mejores momentos vividos.
No hizo falta ninguna sustancia externa, para sentirme en un estado completamente alucinante. Fue justo en este concierto que pude conocer el significado del Rock&Roll, de la buena música y de lo que significa ser un ARTISTA. No falta describir la forma en la que Taylor mueve las baquetas y hace sonar la batería incansablemente; esos efímeros minutos son los que se llevan la ovación de pie.
La Rogers Arena en Vancouver fue el lugar donde cumplí uno de esos sueños que pensaba nunca poder ver realizado. ¡Gracias, Canadá! Son éstos los espectáculos que realmente valen la pena, que te dejan temblando, reflexionando, cantando; que te llenan por dentro y te hace sentir parte de algo más grande que tú. Para mí, más que un concierto, fue un hito en mi vida, un parteaguas para saber apreciar el talento, saber disfrutar y reconocer el significado de una experiencia. Así me dejó el reencuentro de mis favoritos y el recuerdo eterno de una de las personas que más admiro.