
Freddie Mercury, el carismático líder de Queen, y Jim Hutton, su pareja durante los últimos años de su vida, se conocieron en un encuentro casual que floreció en una relación profundamente significativa.
Todo comenzó en 1983, en el club nocturno Heaven de Londres. Hutton, un barbero irlandés de carácter reservado, estaba disfrutando de una noche con amigos cuando Freddie Mercury, ya una estrella mundial, se acercó a él.
Freddie, con su habitual encanto, le ofreció una bebida, pero Hutton, que no lo reconoció de inmediato, declinó cortésmente. Este primer encuentro no prosperó, ya que Hutton estaba en otra relación y no buscaba complicaciones.
Segunda oportunidad
El destino, sin embargo, tenía otros planes. Dos años después, en 1985, sus caminos se cruzaron nuevamente en el mismo club. Esta vez, Hutton, ya soltero, aceptó la invitación de Mercury. Lo que comenzó como una conversación casual pronto se transformó en una conexión especial.
Freddie, impresionado por la autenticidad y sencillez de Hutton, lo invitó a su mansión, Garden Lodge, poco después. A pesar de sus mundos opuestos —el extravagante rockstar y el humilde barbero—, encontraron un equilibrio que los unió.
Jim Hutton se mudó con Freddie Mercury en 1987, convirtiéndose en su compañero inseparable. Aunque Mercury nunca habló públicamente de su relación, Hutton fue una presencia constante, incluso durante los días más oscuros de la lucha de Freddie contra el sida.
Hasta el final
En su libro “Mercury Y Yo”, Hutton relata cómo su amor se basó en la cotidianidad y el apoyo mutuo, más allá del glamour. Hasta la muerte de Mercury en 1991, Hutton permaneció a su lado, cuidándolo con devoción.
Su historia, discreta pero poderosa, es un testimonio del amor que trascendió la fama y dejó una huella imborrable en la vida del legendario cantante.