Sucedió en 1979. Wayne Eagling, amigo de Freddie y bailarín de la compañía londinense, le pidió que actuara con ellos en una gala benéfica.
“Me tuvieron practicando en la barra, estirando las piernas… tratando de hacer en una semana lo que ellos habían estado haciendo durante años. Era criminal. A los dos días estaba que me moría, me dolían partes que no sabía que tenía”, dijo Freddie Mercury.
El comentario es jovial. Y procede del artista más potente que dio el glam rock combinado con el hard classic y el power pop, todo en uno. Británico aunque nacido en Zanzíbar, esta súper estrella de la música del último cuarto del siglo XX tuvo ocasión de bailar con el Royal Ballet de Londres, y al parecer disfrutó como nunca hubiera imaginado.
Sucedió en 1979. Un amigo suyo, Wayne Eagling, bailarín de la compañía londinense, le pidió que actuara con ellos en una gala benéfica. Se coreografiaron dos temas: la conocida Bohemian Rhapsody y Crazy Little Thing Called Love. Y a estas alturas no cuesta adivinar que se trata de Freddie Mercury (1946-1991), que no sólo cantaría sino que se integraría en aquella coreografía con tintes jazzy.
El vocalista de Queen contaría luego que lo de aprender pasos se le daba bien, pero cuando sonaba la música le salía una vena espontánea que le impedía ejecutar lo planeado. Tanto es así que el Royal Ballet optó por rediseñar su aparición: enfundado en mallas brillantes y zapatillas de media punta, el gran performer daría saltos arriesgados, volaría en escena y se dejaría aupar y transportar por tantos pares de brazos como bailarines actuaban en el show. Para acabar cantando cabeza abajo el final de Bohemian Rhapsody, “Anyway the wind blows”.
Temblaba de nervios
“Cantar boca abajo fue maravilloso. Temblaba de nervios. Me sentía totalmente fuera de mi zona de confort. Ya me gustaría ver a Mick Jagger o Rod Stewart intentando algo así”, diría el que acabaría siendo un gran agitador de masas desde los macro escenarios .
Aquello levantó ovaciones. El London Coliseum se hundía, las donaciones se disparaban, la energía contagiosa de Freddie suplía toda falta de técnica dancística –“he constatado que no puedo bailar”–, y no siendo muy común la fusión de pop y ballet en la época la gente enloqueció. Por desgracia el video no conserva el audio original que contaba con arreglo orquestal en vivo.
“El ballet lo descubrí en la televisión y me gustaba verlo –explicaría Mercury–. Luego hice amistad con Sir Josep Lockwood, presidente de EMI, que también lo era de la fundación del Royal Ballet, y comencé a conocer a toda esa gente que me tenía fascinado. Al final vi bailar a Baryshnikov y fue alucinante. Más que Nureyev, más que ningún otro, pues él realmente volaba. Al verle en escena me quedé tan asombrado que me sentí un groupie”.
Un lustro después volvería a colaborar con el Royal Ballet en el videoclip de I want to break free. Entre las famosas escenas de los cuatro miembros de la banda disfrazados de mujeres, hay una secuencia de 45 segundos inspirada en el ballet Prélude á l’aprés-midi d’un faune que hizo Nijinski con la música de Debussy. Y ahí está el divo, con mallas moteadas, retorciéndose sobre los cuerpos de los bailarines. ¡Hasta se afeitó el bigote para rodarla!