El 24 de marzo de 1987, Freddie Mercury voló hacia España y se reunió con Montserrat Caballé en el Hotel Ritz de Barcelona.
Y así nació quizás la colaboración más extraordinaria en la historia de la grabación moderna.
Freddie también se llevó una cinta que contenía una canción que había escrito especialmente para la ocasión. Estuvo acompañado por el gerente Jim Beach, el compositor Mike Moran y su asistente personal Peter Freestone.
Peter Freestone recuerda: “Se sentaron. Freddie y Montserrat estaban sentados juntos y el resto de nosotros nos quedamos de pie, y durante unos dos o tres minutos hubo un silencio. Y luego Freddie se volvió hacia Montserrat y dijo: ‘Bueno, tengo una canción para ti. ¿La toco?’ Y eso fue todo, lo que rompió el hielo”.
La diva relataba el momento de la siguiente manera: “Entré en la habitación. Las manos de Freddie estaban tan frías, y yo también tenía mucho frío. Entonces pensé, él también está nervioso, eso es bueno, porque cuando la gente está nerviosa significa que esperan algo del otro. Entonces, más tarde nos levantamos de la mesa y fuimos a la esquina de la habitación hacia el piano, él estaba tocando y yo comenzaba a ver sus ideas. Podríamos haber continuado durante horas y horas y horas. Cuando terminamos, nos miramos y lo supe: ¡Me conquistó!”, recordaba Montserrat Caballé.
El legendario vocalista de Queen lo recordaba así: “No me iba a acercar a ella y hablar sobre música, porque simplemente no puedes hacer esas cosas. Pensé que debía traerle una pequeña idea en lo que podría estar metiéndose, en términos de la música. Tratar de explicar las cosas musicalmente es mucho más difícil. Así que escribí un par de piezas con Mike Moran, con su voz en mente, y le interpreté un par de ellas, a lo que ella inmediatamente aceptó y así fue como empezó”.
Freddie Mercury continúa: “Pensé que solo haríamos una canción, o un dueto, pero ella dijo: ‘¡Solo una canción! ¿Solo quieres hacer una?’ Y dije: ‘Veamos cómo nos llevamos y si te gusta más de mi música, entonces podemos’… y luego me preguntó: ‘¿Cuántas canciones tiene un álbum de rock ‘n’ roll normalmente?’. ‘Diez’, dije. Entonces, ella responde: Bueno, ¡hagamos diez canciones entonces!’. Pensé: ‘Es asombroso. Voy a entrar en la ópera. ¡Olvídate del rock and roll!’”.