El legendario Freddie Mercury tenía una justificación más que válida tras una vida tan intensa.
La existencia de Freddie Mercury ha sido esplendorosa en todos los sentidos y “Bohemian Rhapsody” contribuyó en gran medida a ese propósito. La manera en la que el artista entendía la música y su habilidad para combinar estilos, más allá de las necesidades imperantes de la industria, fueron elementos que lo consolidaron como un emblema en el rubro y eso es algo que incluso reconocen quienes no disfrutan su arte. Sin lugar a dudas, la película incrementó la pasión, pero también potenció el interés por conocer algunos aspectos de la vida del cantante que no siempre fueron tan claros.
Quizás uno de los tópicos más atractivos de Freddie Mercury es su vínculo con Mary Austin, pues pasaron por todos las formas posibles del amor. Comenzaron con una amistad, pasaron luego al romance apasionado, posteriormente se enfrió, se separaron y volvieron a la amistad, pero desde una perspectiva completamente desinteresada y enfocada en la lealtad absoluta. Tanto es así, que el cantante le dejó a ella la mayor parte de su herencia y los derechos de su música, incluso cuando ya había dejado de ser su pareja.
Confianza ciega
Pero además de lo económico, el vocalista londinense confió en su amor la información más valiosa de todas. Esa que hasta el día de hoy no ha podido ser descubierta: el lugar en el que debía colocar sus cenizas. Al respecto, Mary se expresó en el documental “Freddie Mercury, lo que nunca se ha contado”, realizado en el año 2000. Como era de esperar no develó el gran secreto, pero sí dio a conocer el modo en que su gran amigo le hizo el pedido y el motivo por el que quería que esa información no se filtrara jamás.
“Me lo dijo de repente, después de comer un domingo: ‘Sé dónde quiero que me pongas exactamente. Pero no quiero que lo sepa nadie porque no quiero que me desentierren. Quiero descansar en paz'”.
Con esas palabras Freddie Mercury le hacía el encargo más grande de todos a quien amó de todas las maneras posibles. No es casualidad que fuera ella la escogida para semejante tarea. En definitiva, Mary era la única persona en la que Freddie confiaba a ciegas.
El criterio de Freddie Mercury fue atinado, dado que con el paso del tiempo ha demostrado que no se equivocó. Evidentemente, en aquella época ya sabía que su nombre despertaba pasiones desmedidas. El hecho de que su lecho se convirtiera en un espacio para la molestia de su memoria, era una posibilidad real. Mary Austin sigue cumpliendo con su promesa. Todos los indicios apuntan a que al menos por su parte, el recuerdo del artista no se verá alterado.