Por qué el fallecimiento de Freddie Mercury causó en 1991, y todavía hoy, tanta conmoción.
La muerte de cualquier persona casi siempre causa un hondo pesar, consternación y tristeza entre sus seres queridos, amistades y demás personas allegadas. Cuando a este hecho le sumamos el factor de la fama, el impacto sobrepasa los límites habituales y la conmoción puede llegar a ser incluso mundial. Esto fue precisamente lo que ocurrió con la muerte del líder de Queen, Freddie Mercury. El 24 de noviembre de 1991 se apagaba la estrella del carismático frontman de la banda británica, tan solo un día después de confirmar que padecía Sida. El duelo se hizo planetario…
Como ya escribí una vez en este medio, la de Mercury es una despedida que no deja de doler. Y es que quienes vivieron la trayectoria del genio con Queen, aún lamentan profundamente aquel cruel adiós. Quienes descubrieron la banda con posterioridad, llegan siempre a un punto de desenlace de la historia en el que conocen ese fatídico final y se ven afectados en su ánimo.
Así pues, el verse impactado por la muerte de Mercury, sentir gran tristeza por su pérdida, es un aspecto casi inherente a la condición de fan de Queen. Todo ello se explica por una serie de circunstancias que no hacen sino acrecentar su leyenda. A saber:
Lo prematuro de su muerte
En el momento de su fallecimiento Mercury contaba con la edad de 45 años. Se despedía así demasiado pronto, tal vez en el ecuador de su vida, lo que deja una angustiosa sensación de obra inconclusa, tanto en lo personal como en lo artístico. ¿Cómo no venirse abajo pensando lo que podía haber hecho con Queen y en solitario durante todos estos años?
La crueldad de la enfermedad y de la prensa sensacionalista
El sida hizo estragos en Freddie Mercury. Cambió su voz, pero no la estropeó, algo que sí hizo progresivamente con su aspecto físico. El deterioro cada vez más evidente del cantante originario de Zanzíbar puso sobre alerta a un sector de la prensa, la más más amarillista, que especuló sin miramientos sobre su salud y criticó con dureza su “estilo de vida depravado”, justo después de morir.
Todo ello contribuyó a generar una sensación de impotencia entre los fans de Mercury y Queen, que tuvieron que combatir no solo la desazón por la gran pérdida, si no también los desaforados ataques de algunos medios a su ídolo.
Freddie Mercury estaba en el cénit de su carrera
Con los discos “The Miracle” e “Innuendo” Queen había retornado a sus orígenes sonoros, pero con la experiencia acumulada de años de trayectoria y un Freddie, ya célebre, de ejecución vocal portentosa.
El solista había roto esquemas poco antes, con la publicación de un disco con la diva Montserrat Caballé (Barcelona), el cual le iba a ofrecer la posibilidad de actuar para el orbe entero en la inauguración de unos Juegos Olímpicos, los de Barcelona ’92. Se sabía además que tenía intención de grabar un disco de versiones, algo que solo un grande de la música podía hacer sin pifiarla (su adelanto: The Great Pretender).
Puede afirmarse con rotundidad pues, que el cantante británico estaba en la cúspide de su carrera y había alcanzado su cénit creativo e interpretativo. Su muerte truncó todo aquello de forma abrupta, dejando una sensación de freno en seco de difícil digestión…
Un carisma arrollador e icono de los 80
Para entender el impacto que causó la muerte de Freddie Mercury no hay que obviar la personalidad del genio. Tímido, reservado y un gran desconocido en la esfera privada, para el gran público era por contra un tipo arrollador, un macho man del rock, un personaje público y notorio. Un hombre de carisma hiperbólico que convirtió sus complejos en seña de identidad y que marcó tendencia en todo lo que hizo.
Llevó su talento por bandera y se erigió como uno de los iconos más recordados de los 80, especialmente por sus actuaciones y looks en el Live Aid de 1985 y el Magic Tour de 1986 (el de la chaqueta amarilla). Leyenda inolvidable.
Talento y voz inigualables
No hablamos de uno más, hablamos del que se le considera el mejor cantante de la historia del rock. Un solista con múltiples registros y una voz celestial, única. Escuchar a Mercury es elevarse a otro nivel. Lo hacía distinto, lo hacía genial. No hay que tratar de entenderlo, solo disfrutarlo…