Freddie Mercury ojeaba un catálogo de subastas en el que vendían un cuadro de Matisse y dijo que podía hacerlo igual o mejor.
Los últimos años de vida de Freddie Mercury no fueron un paseo para él. El legendario vocalista de Queen sabía que su enfermedad era terminal y, aunque no se le veía decaído, necesitaba estímulos extra para pasar el tiempo ocupado.
La música, su pareja o su gato no parecían del todo suficientes. Así pues decidió retomar una actividad perdida desde que se graduó en la escuela de Arte y Diseño Gráfico en el Ealing Art College. Mientras grababan lo que sería el último trabajo de Queen, ‘Innuendo’, Jim Beach, el manager de la banda, le regaló una caja de acuarelas y algunos pinceles para que se distrajera del ruido de sus dolencias.
Así se pasaba horas intentando hacer un retrato más o menos realista de su gata Delilah, pero el realismo no era su fuerte, por lo que se pasó al abstracto. Un día estaba ojeando junto a su asistente personal, Peter Freestone, un catálogo de una casa de subastas en el que aparecía un cuadro de Matisse que vendían por 10.000 libras.
Entonces se llevó las manos a la cabeza y dijo que él era capaz de hacer eso con los ojos cerrados. Tomó un lienzo en blanco y plasmó lo que parece una silueta de una mujer y se lo dedicó a Phoebe, que era como llamaba a su asistente: “A ver cuánto te dan por éste, supongo que ahora podría valer esa cantidad”, le dijo mientras se lo regalaba.