Mary Austin fue su primera novia y su compañera hasta el final de sus días y quien custodia en un lugar secreto las cenizas del líder de Queen.
Fue su primera novia y su compañera hasta el final de sus días. Mary Austin es quien custodia en un lugar secreto las cenizas del líder de Queen y la habitante de la casa de Kensington que Mercury le dejó como tras su muerte.
“Cuando me haga viejo/ estaré a tu lado para recordarte/ que aún te amo, aún te amo”… Freddie Mercury compuso Love of my Life pensando en una mujer, la misma con la que vivió seis años y con la que mantuvo un vínculo inquebrantable durante más de dos décadas, a pesar de las infidelidades, a pesar su apego por los hombres, a pesar del hachazo del sida que acabó uniéndoles hasta el lecho de muerte, bajo la mirada conspicua de la gata Delilah.
Mary Austin es el nombre del amor que Freddie Mercury se llevó a la otra vida, hace más de un cuarto de siglo. En el testamento le dejó a ella la mitad de su riqueza (frente a las 500.000 libras que recibió Jim Hutton, su último amante). Aunque el regalo más preciado fue sin duda la mansión de Kensington, el barrio por donde merodearon en vida, y en el que la eterna novia de Freddie sigue sintiendo su imborrable “presencia”.
Allí sigue tal cual la habitación amarilla donde murió, los muebles Luis XV por todas las estancias, el piano donde compuso Bohemian Rhapsody, que tiene algo de réquiem impetuoso y premonitorio: “Demasiado tarde, me llegó el momento/ Escalofríos atraviesan mi espina dorsal/ Adiós a todos, tengo que partir/ Os he de dejar atrás y enfrentarme a la verdad/ Mama, oh/ No quiero morir/ A veces desearía no haber nacido nunca”…
Mary Austin celebra los aniversarios sin Freddie en el recogimiento de la venerada mansión, lejos de los fastos de estos días. Lejos de todos aquellos que consideraron injusta su condición de heredera de Freddie, que siempre la vio su compañera del alma, aun cuando se casara finalmente con el pintor Piers Cameron y tuviera con él dos hijos, Richard y Jamie.
Aprendí tanto de él y me dio tanto, que de ninguna manera podía abandonarlo.
Mary mantuvo siempre esa relación especial, y cuando dejaron de vivir juntos se mudó a una casa desde donde podía ver la suya de lejos. “Aprendí tanto de él y me dio tanto, que de ninguna manera podía abandonarlo. Nunca”, reconoció la novia eterna al Daily Mail en su última entrevista, hace tres años.
A sus 67 años, Mary conserva la mirada chispeante que capturó a Freddie, y también su proverbial silencio. Ella venía de una familia humilde en Battersea, al sur del Támesis, y tuvo la suerte de trabajar en Biba cuando el morenazo exótico nacido en Zanzíbar se ganaba la vida vendiendo ropa en un mercadillo, antes de dar el do de pecho con Keep Yourself Alive.
No todo fue llegar y besar a la estrella. “Me llevó unos tres años enamorarme de él“, confiesa Mary. Vivieron juntos en una habitación sin salir de Kensington, por apenas diez libras a la semana, con baño y cocina compartidos. De ahí saltaron a la primera casa en condiciones en Holland Road, por 19 libras, a tiempo para el contrato del primer álbum. Tímida por naturaleza, Mary se subió sin excesivo entusiasmo al carro de la incipiente fama de Freddie.
“Pude verle florecer y era algo maravilloso de observar”, recuerda en sus confesiones al Daily Mail. “Me aparté poco a poco, pero no me sentí ni triste ni molesta. Estaba feliz por su éxito y por lo que estaba consiguiendo gracias a su talento. Pero él no me dejaba marchar”.
Recuerda Mary cómo la calidad humana de Freddie soportó siempre el peso de la fama. Fue en pleno éxito mundial de Queen, cuando empezó a notar la distancia creciente. Ella sospechaba que le era infiel, pero tardó en darse cuenta de que se la estaba pegando con hombres, hasta que él mismo le confesó: “Creo que soy bisexual“. A lo que ella respondió directamente: “Creo que eres gay“.
Dejaron de vivir juntos, pero el vínculo siguió de otra manera. Mary llegó a ejercer de secretaria de la banda, y Freddie buscaba siempre la manera de tenerla cerca, aunque se casara con otro hombre y fuera madre de dos hijos (con el tiempo, Mary se volvería casar a con un ejecutivo londinense, Nick).
Mary fue la primera persona a la que Freddie le confesó que había contraído el sida. A partir de ese momento, la ex novia pasó a ser algo así como la enfermera del alma: “En aquella época sentí un tremendo amor por él, le veía tan frágil. Me sentaba todos los días junto a él en la cama, estuviera despierto o dormido. A veces abría los ojos, me miraba y sonreía en cuanto me reconocía: ‘Ah, eres tú, mi leal compañera'”.
Mary Austin es también la única que sabe dónde están sus cenizas. Él sabía que los fans pueden llegar a extremos obsesivos, por eso eligió a conciencia la guardiana de su último secreto. Ella ha desmentido que se encuentren en el jardín japonés de la entrada a la mansión. Tampoco en el cementerio del oeste de Londres donde apareció misteriosamente una lápida con el nombre de Farrokh Bulsara…
“Nunca traicioné a Freddie en vida, ni le traicionaré aún pasando muchos años tras su muerte”.