A Roger Taylor, legendario batería de Queen, que cumple hoy 70 años.
Elizabeth Queen.- ¿Por qué amamos tanto a Roger Taylor? En principio, las respuestas fáciles serían: “Porque es uno de los integrantes de Queen, la banda que adoramos”, o “Porque es, sencillamente, hermoso”. Pero no es la intención de este artículo culminar a los tres renglones.
Hace exactamente setenta años llegaba a este mundo un gran músico, bello, talentoso y muy, muy generoso. Su primer instrumento fue un ukelele, su primera formación vocal la recibió en un coro, su primer instrumento amado fue la guitarra y sus primeros estudios formales no estuvieron, precisamente, centrados en la música.
La grandeza de Roger se relaciona con la capacidad que ha tenido para darse cuenta de que uno de los secretos de Queen es que, más allá de egos, gustos y talentos personales, la banda es más que la suma de las partes. Queen es más que un rejunte de magníficas individualidades, he ahí que perdure en el tiempo y con tanta buena salud.
Es casi inexplicable cómo una banda supera a sus creadores y cobra vida propia. Y eso Roger lo ha entendido, tal vez, mejor que nadie. Siendo un excelente cantante ha sabido convivir en el mismo grupo con el mejor de todos los tiempos, complementándose insuperablemente. Siendo un amante de las guitarras a tal punto de tener una enorme colección que muchos guitarristas envidiarían. Comprendió que, en Queen, Brian y su Red Special eran quienes aportarían un sonido de cuerdas inimitable, casi la marca distintiva de la banda. Siendo tan diferente a John, sus bases en conjunto son mágicas. Allí radica gran parte de su generosidad, en darle a cada quien su lugar, en beneficio de lo que sería su mayor legado y el de sus compañeros: Queen. Solos no serían leyenda.
Y de generosidad entienden mucho los bateristas (a veces, a regañadientes). Inexplicablemente, o comprensiblemente desde el imaginario popular, las personas dan por hecho que el líder de una banda es el cantante o, en algunos casos, el guitarrista; y cuando estos se pelean, significa el fin del grupo sin que importe la postura del resto.
Cuando se menciona a los integrantes de una agrupación musical se comienza con el cantante, se continúa por el guitarrista principal y el último lugar es para el baterista o el bajista (¡el corazón de la banda!). A pesar de ello, Roger siempre ha sabido marcar presencia con sus composiciones, su voz, su imagen y hasta riéndose de su lugar en el escenario poniendo su rostro en el parche frontal de uno de sus bombos.
Roger Taylor es, quizá, el “más músico” de los cuatro
Freddie fue un artista más abarcativo (esto no es ni mejor ni peor, sólo diferente); a Mercury le hubiese venido tan bien ser estrella de cine estilo Liza Minelli, diva de la ópera como Montserrat Caballé, o un músico reconocido en géneros diferentes al rock, él era arte puro y fue gracias a Queen que se hizo inmortal.
Brian es un gran músico, pero sus intereses son más diversos: la astronomía, la fotografía 3D y la defensa de los animales, entre otros. John, nuestro sorprendente bajista, de pronto se encontró siendo una de las piezas del engranaje de una megabanda, pero estoy segura de que ese no era su objetivo cuando se unió al grupo, allá en los inicios de los setenta; a él lo imagino soñando con una vida familiar sustentada económicamente con la electrónica y tocando los fines de semana en algún pub, su prematuro retiro, creo, me da la razón.
Pero nuestro rubio baterista nació para el rock, es el más prolífico en cuanto a material solista, constantemente ha estado actualizado sobre el devenir de la música y, en su generosidad, lo mejor siempre se lo ha guardado para Queen.
Un párrafo aparte es para la forma en que se lo muestra en la película Bohemian Rhapsody
Todos sabemos que el cine trabaja con estereotipos como fórmula recurrente. A Roger le tocó ser el rubio algo tonto (“¿Quién es ese Galileo?”), pero esto no significa que él lo sea. Lo que aparentemente se asemeja más a su personalidad es el carácter fuerte y su “colección” de romances (¿ya dije que es hermoso?).
Si no me equivoco ha sido su hijo Rufus quien aseguró que tanto Freddie como su padre eran los más “alocados” de la banda, a tal punto que Roger no le ha podido contar todas sus andanzas. En la película, también, hay una escena muy llamativa a la que interpreté como un intento por reflejar la cercanía entre el cantante y el baterista, cuando el primero le muestra su nueva casa y lo invita a quedarse, pero “Roger” se disculpa por motivos familiares y le da un abrazo, para luego dejarlo en su soledad. Si no fuera por esta escena, tal vez pensaríamos que se llevaban a las trompadas (aunque algunas, seguramente, ha habido). Y esto me lleva a la última parte de estas vueltas alrededor de nuestro Sol.
Freddie
Roger ha sido el elemento que fusionó dos personalidades tan diferentes como las de Brian y Freddie para que la fórmula funcionara. Creo que esto se debe a que tiene características en común con los dos. El amor por el rock con el guitarrista y los aires de estrella con el cantante. Y fue con este último con quien lo unió una relación entrañable desde aquel tiempo en el Kensington Market vendiendo ropa y arte, hasta ese doloroso: “Ya no vengas, acaba de fallecer” que truncó la despedida con su amigo el 24 de Noviembre de 1991.
Hubo momentos tensos entre ellos, como la decisión de poner I’m In Love With My Car en el lado B de Bohemian Rhapsody, pero también de los otros. Si observamos fotos y vídeos de la banda en situaciones casuales, en la mayoría es Roger quien está junto a Freddie haciéndose cómplice de sus actitudes o, simplemente, estando atento a sus movimientos. A veces, casi como protegiéndolo.
También fueron invitados recurrentes uno del otro en proyectos paralelos, como el vídeo de The Great Pretender o la canción Heaven For Everyone (para mí, una de las mejores composiciones de Taylor). Y cómo no mencionar esa maravilla llamada These Are The Days Of Our Lives. Contrariamente a lo que dice la versión oficial, nunca dejaré de pensar que Roger no sólo la escribió pensando en la vida y en sus hijos, sino que la creó como una despedida perfecta entre él y su amigo, diciendo que, en el balance, las cosas malas habían sido pocas. Ese perfecto pero tristísimo “Aún te amo”, ¿no puede ser acaso el cierre para una amistad que todo lo superó?
Finalmente, sólo me resta desearle un muy feliz cumpleaños a Roger (voy a hacer de cuenta que me lee), pedirle que nos siga regalando su arte y, como cumplo años un día después que él, me reservaré un deseo que, en realidad, incluye también a John y a Brian: Que sus vueltas al Sol sean infinitas.
Escrito por Elizabeth Queen.