DEP Enrique Rocafort (29 abril 1980 – 2 mayo 2019)
Ignacio Reyo.- Muchísimos lectores de esta web se preguntarán por qué este escrito aquí. Pongamos el contexto. Uno de los mayores y más generosos fans de Queen que hayan pisado la Tierra, Enrique Rocafort, falleció, o como me gustaría creer, nos lo arrebataron los dioses o Dios por su perfección este año.
Acabo de ponerme en el toca discos el single de “No One But You (Only The Good Die Young)” de Queen en modo repetición para que suene hasta que quiera. Después me he servido una copa de caro vodka que compré en la lejana Rusia y que sólo tomo en los momentos importantes… Y es que escribir estas líneas es un momento muy importante, tanto que las palabras se me antojan insuficientes para expresar lo que quiero transmitir. Los dioses o Dios, los quieren o quiere preservar para siempre a los buenos en su juventud; impertérritos, incólumes en su belleza, en su compasión, en su grandeza de espíritu.
Enrique no sólo es conocido en el ámbito hispanohablante de Queen, sino que incluso ha llegado a cruzar barreras idiomáticas. Recuerdo hablar sobre Enrique con un tipo holandés cuyo único trato que tengo es el de la compra de discos. Todavía estaba presente, permíteme tutearte en algunos párrafos Enrique, tu adiós. Al vendedor holandés le comenté que un amigo se había ido, que hasta otra vida o lo que nos espere cuando se acabe esta fiesta llena de alegrías y sinsabores, no me lo volvería a encontrar. En seguida mencionó tu nombre, en un tono apesadumbrado al conocer la noticia. Es un tipo que sólo te conoció efímeramente por internet, pero como todos los que tuvimos trato contigo, te tenía en gran estima.
Enrique era, es y será lo que se dice un alma pura, uno entre un millón. Lejos del elitismo de fans que no quieren que nadie sepa más que ellos, Enrique compartía sus experiencias, su sapiencia, sus conocimientos contigo. En mi caso particular, con cariño lo solía llamar el hombre información. Siempre, siempre, sin importarle lo difícil que fuera la empresa, cualquier cosa que necesitaba encontrar sobre Queen u otro asunto dado mi oficio de periodista, lo hallaba, me lo daba y me ayudaba sin darse ningún tipo de importancia.
Enrique también es famoso en el mundo de los parques de atracciones. ¡Ha subido a más de ciento cincuenta montañas rusas alrededor del Mundo! Si eso no es vivir la vida, que alguien baje del cielo y me lo diga. En ese apartado también ha dejado amigos, gente a la que en sus momentos más miserables y oscuros los hacía sonreír, con ese humor tan sarcástico e inteligente que poseía y posee. Me lo imagino a las puertas del cielo comentándole al mismísimo San Pedro “Oye, aquí tenéis la montaña rusa más grande jamás creada, ¿no? Que para algo sois los buenos”… Siempre con un final de ácido y simpático humor.
Si fallece alguien a quien estimo o ha formado parte de mis años de aprendizaje en la Tierra, suelo acordarme de un monólogo que hizo Al Pacino en una película. Los seres humanos, según contaba, fallecían dos veces. La primera físicamente. La segunda cuando la última persona que nos conoció también desaparece.
En tu caso Enrique, Dios o el que mueve los hilos arriba o los dioses que cité antes, te han dado o te ha dado, un boleto extra para un viaje eterno en una montaña rusa. Porque en tu caso sí que se hace realidad la frase a la tercera va la vencida. En tu corazón, en tu alma se halla un sentimiento de bondad y ofrecimiento de felicidad sin esperar nada a cambio sempiterno. Es un regalo que se os ha dado a pocos. En el momento en el que El de arriba o quien sea o sean los que que manejan el universo, decida o decidan cerrar la experiencia de la humanidad, esos conceptos que nos trasladaste, se mantendrán vivos, irán más allá del último umbral contigo y esas personas que tenéis ese don.
En su momento te lloré de tristeza pero ahora Enrique… si te lloro… es de alegría… con una sonrisa entre melancólica y orgullosa por haber tenido la gran suerte de haberme cruzado contigo. Porque los que tuvimos trato contigo, ya fuera este nimio, profundo, de cualquier índole, jamás seremos iguales. Tú nos cambiaste, nos hiciste mejores, nos ayudaste a afrontar la vida con otro carácter.
Gracias Enrique por existir, gracias de parte de uno de los montones de amigos que has dejado aquí, por ser tan grandioso que ni las palabras que podamos escribir o decir te podrán sobrevivir.
Espero verte algún día en primera fila de un concierto de Queen, sonriendo a Freddie cuando en “Crazy Little Thing Called Love” cambie la letra del Ready Freddie a Ready Enrique. Cariño, es hora de quitar la aguja del toca discos, es hora de pinchar algo más feliz. Pondría tu voz si se hubiera grabado en vinilo. A falta de ese milagro pincharé una canción que finaliza con la frase “Give it to me one more time!”, porque eso es lo que deseo cada vez que pienso en ti, que me des una vez más ganas de sonreír y brindar.
Te quiero, te queremos… nunca podremos agradecerte, repito, nunca, lo que nos has dado.
Ignacio Reyo. Simplemente un amigo entre tantos.