La industria del cine espera que David Bowie rompa los récords de recaudación de Freddie Mercury.
Rafael Alba (ALN).- El éxito de Bohemian Rhapsody, que puede verse refrendado con un Oscar, abre la puerta a nuevas películas biográficas de grandes estrellas del rock. El movimiento glam de la década de los 70, que también catapultó a Queen en sus inicios, se ha convertido en un inesperado filón para Hollywood.
No es frecuente, pero a veces sí que se materializan los sueños húmedos de la mayoría de los profesionales, hombres y mujeres, de la producción cinematográfica. Aquello de rodar una película de bajo presupuesto y que la recaudación en taquilla alcance tal magnitud que sólo con el dinero ganado con la venta de entradas los beneficios multipliquen por 10, o por 15, la inversión inicial.
Más aún si el producto puede realizarse sin necesidad de gastarse una millonada en pagar a un protagonista de relumbrón y si, además, la película ofrece varias vías alternativas de ingresos para todas las compañías e individuos implicados en su fabricación.
Desde el merchandising, a las ganancias por streaming o la explotación de la banda sonora y las convenciones de fans. Y no digamos ya si, además, uno tiene la suerte de colarse en las galas anuales de los grandes premios cinematográficos, como los Oscar, los Globos de Oro, los César, los Bafta, los Goya y demás familia.
Y si encima uno se lleva una estatuilla a casa, pues estupendo, pero la promoción adicional para estirar la carrera comercial del filme ya está servida con o sin galardón.
Pues bien. Todas esas circunstancias, y alguna más, se han producido esta temporada alrededor de la exitosa película Bohemian Rhapsody, la biografía autorizada de Freddie Mercury, que fue el cantante del grupo británico Queen.
Una figura que hizo mucho dinero en vida y no ha dejado de facturar tampoco tras su fallecimiento, porque sus canciones se han demostrado inmortales y han sido capaces de seducir a unas cuantas generaciones. Para muchos aficionados a la parafernalia, el oropel y la purpurina, no ha habido nunca nada parecido a ese inigualable rock de estadio épico que combina las melodías pop más cercanas y pegajosas con el máximo virtuosismo vocal e instrumental disponibles.
Y si a todo eso se le suma una vida difusa, una identidad sexual equívoca y unas historias paralelas de esas que demuestran aquello de que los ricos también lloran, como aseguraba la famosa telenovela de los 80, pues tenemos un cocktail de eficacia probada, que antes de servirse en los cines ya había funcionado como espectáculo musical en los teatros de medio mundo y generado la mayor cantidad universal de grupos tributo y homenajes que hayan visto nuestros ojos.
De modo que era bastante lógico que alguien se decidiera a probar con Mercury como protagonista de una biopic musical. Llovía sobre mojado porque en la última década la vida y milagros de otros artistas a la par controvertidos y admirados como Johnny Cash, Nina Simone, The Runaways o Ray Charles había tenido también su oportunidad en la gran pantalla. Con éxito desigual y más bien moderado, pero con buenos resultados económicos siempre, gracias a esos ingresos adicionales que hemos descrito antes.
Además, los grupos y los solistas legendarios, en especial Bob Dylan, The Beatles y The Rolling Stones, han abonado el terreno para la explotación de la nostalgia generacional a través de la música con la publicación de remezclas y nuevas versiones de sus álbumes históricos, muchas veces apoyadas por películas documentales en las que se narran las peripecias concretas que vivían los músicos y sus cortes de los milagros en aquellos días de gloria. Un ambiente, por lo tanto, más que favorable para que la historia del cantante de Queen se tomara como punto de partida de una película.
Fox ha recaudado más de 850 millones
La producción corrió a cargo de Fox, una de las majors históricas de Hollywood, que invirtió unos 50 millones de dólares (43,55 millones de euros) en el filme, y eligió como director a Bryan Singer, un profesional de solvencia acreditada, que fue despedido dos semanas antes del fin del rodaje y luego se vio envuelto en un escándalo relacionado con presuntas relaciones sexuales con menores que él niega.
El cineasta británico Dexter Fletcher terminó Bohemian Rhapsody, aunque por motivos contractuales su nombre no figura en los créditos. El proyecto ha sido un bombazo y todavía le falta mucho para agotar su carrera comercial que quizá se prolongue aún bastante tiempo gracias a la nominación al Oscar obtenida.
Pero, sin que aún haya dejado de sonar el delicioso sonido de las cajas registradoras a plena potencia, la taquilla, sólo la taquilla hermanos, ya ha registrado unas recaudaciones superiores a los 850 millones de dólares (740,49 millones de euros), lo que supone que es bastante probable que, céntimo más céntimo menos, Fox pueda ver cómo sus ganancias finales multiplican por 20 la inversión inicial.
Una inesperada mina de oro se mire por donde se mire. Y un filón abierto que la industria cinematográfica, tanto Hollywood como sus satélites repartidos en Europa -en especial, los británicos-, no puede dejar pasar así como así. Ahora el problema es encontrar a un peso pesado capaz de rivalizar con Mercury. Una gran estrella cuya figura y cuya música no hayan perdido actualidad y sean lo suficientemente atractivas y controvertidas para entrar en el juego.
Por cierto, mejor si se trata de alguien que ya no está entre nosotros. Alguna estrella del rock ya fallecida y cuyos derechos no están en litigio para no tener que perder el tiempo en lidiar en los tribunales con los fastidiosos abogados de los distintos herederos.
Desafortunadamente, no hay tantas posibilidades como parece, incluso si tenemos en cuenta que en los últimos años la nómina se ha visto aumentada por unas cuantas figuras legendarias como Lou Reed, Chuck Berry, Prince o, por supuesto, cómo no: David Bowie. El hombre de las mil caras, el duque blanco, el artista que hizo de su despedida terrenal una performance estremecedora alrededor de Black Star, su último disco, cuando sabía que tenía un cáncer terminal y los días contados. ¿Quién mejor que él?
Así que ya lo saben. Después del biopic de Freddie Mercury, llegará una película biográfica de David Bowie, en este caso promovida por Film Costellation, del grupo Playtime, una corporación europea que ha realizado ya trabajos documentales alrededor de figuras con éxito comercial y prestigio crítico como el cineasta David Lynch o el fotógrafo rockero Jim Marshall.
La película en cuestión se va a llamar Stardust y narrará un viaje a EEUU del artista, cuando aún era joven, empezaba a tener éxito y estaba a punto de inventarse a Ziggy Stardust, el personaje que le consagraría como gran referencia universal de la música pop. En la pieza, Bowie compartirá protagonismo con Angie, su primera esposa, a quien los rumores no desmentidos sitúan como protagonista del tema del mismo título escrito por Mick Jagger y Keith Richards, que The Rolling Stones convirtieron en éxito.
Una historia que tuvo lugar en la década de los 70 en plena explosión del glam rock, el movimiento que jugaba con la ambigüedad sexual y las brechas generacionales y que puso las bases de la renovación de la escena rock en la década de los 70 del pasado siglo.
Las industrias de la moda y los cosméticos
El glam fue también, por cierto, la primera plataforma de lanzamiento de Queen, y el estilo en el que en primer lugar veló armas Mercury. Y, al parecer, desde el punto de vista de los productores, aquella época de cambio, de hombres y mujeres abiertamente bisexuales, estrellas que practicaban el intercambio de parejas y el poliamor y el agotamiento de los sueños hippies y las ideologías radicales de izquierdas y derechas, tiene muchos puntos de contacto con el mundo en el que se desenvuelven los adolescentes de ahora, por lo que la época, en la que también surgieron otras estrellas que pronto tendrán película como Lou Reed o Elton John, resulta especialmente propicia para el negocio.
Puede aportar un ambiente intergeneracional que combine la explotación de la nostalgia con el revisionismo y la puesta al día de una tendencia poderosa en la que también chapotearán otras industrias siempre interesadas en subirse a las tendencias como las de los cosméticos o la moda.
Así que si todo se desarrolla como parecen indicar los indicios estamos al borde de una indigestión de rimmel, pantalones campana, zapatos de tacón imposibles, pestañas postizas y purpurina. Aunque el panorama mejora un tanto si pensamos en el regreso a la primera línea de fuego de las grandes canciones que Bowie escribió en aquella época y también en las que convirtieron en éxito sus rivales más duros como Marc Bolan, o grupos y solistas de menor trascendencia pero singles poderosos como The Sweet o Suzi Quatro.
La cuenta atrás ha comenzado ya. Stardust, la película sobre la etapa glam de Bowie de la que les damos noticia aquí, empezará a rodarse el próximo mes de junio y su preventa se realizará en el Mercado de Cine Europeo de Berlín. Los protagonistas elegidos son Johnny Flynn, que hará de Bowie, conocido por su participación en varias series producidas por Netflix, y Jena Malone que hará de Angie. Junto a ellos también tendrá un rol estelar Marc Maron que encarnará a un publicista de RCA, la discográfica en la que militaba Bowie en 1971, cuya intervención sería definitiva, aparentemente, para que el gran David compusiera y grabara La ascensión y caída de Ziggy Stardust y las Arañas de Marte, uno de los grandes discos de la historia del rock.
La película en cuya producción participarán también Salon Pictures y Picadilly Pictures, parte de un guion elaborado por Christopher Bell, un especialista en documentales y biografías, y tendrá como director a Gabriel Range, ganador de un Emmy por La muerte de un presidente.
Lo que anticipa, según los expertos consultados, que tendremos una sólida recreación de la época y un film comercial de buena calidad sin excesivas pretensiones artísticas o usos arriesgados del lenguaje cinematográfico que pudieran amargarle la fiesta al público masivo. No se tratará de una obra pensada para los fans más vanguardistas de Bowie. Todo lo contrario. Puede que los seguidores más puristas del ídolo se decepcionen un tanto. Pero quizá no deberían olvidar que el bello David hizo siempre todo lo posible por ser un superventas y que sus mutaciones y los riesgos artísticos que corrió perseguían en realidad este objetivo.
Él nunca quiso ser un artista de culto adorado sólo por las minorías inteligentes. Así que es bastante probable que estuviera de acuerdo con el enfoque que se le dará a la película. Él jamás perdió una oportunidad de ganar dinero, desde luego. Eso sí, supo hacerlo sin traicionar demasiado sus principios. O eso dicen los que saben.