Elizabeth Queen.- Y Queen lo ha hecho de nuevo. Contra toda dilación, contra todos los pronósticos, contra todas las críticas malintencionadas. Y esta vez lo ha hecho a través del cine, el arte que abarca todas las artes. De banda de sonora a protagonistas. De música para nostálgicos a la más eufórica actualidad.
¿Cómo escribir un texto sobre una película que acaba de estrenarse sin que sea considerado un spoiler? Creo que lo que me habilita es que, a estas alturas de los hechos, ya no debe quedar fan que no haya visto Bohemian Rhapsody.
Lejos han quedado ya los comentarios como: “¿Quién es ese Rami Malek?”; “Tiene los ojos muy grandes”; “Freddie era más alto”; “Freddie era más lindo”. Creo que muchas de esas expresiones despectivas fueron obra de los mismos autores de: “Adam Lambert canta mal” (sin haberse dado la oportunidad de verlo en vivo o escucharlo) o de “Brian y Roger sólo buscan dinero” (como si lo necesitaran y como si no fueran los dueños de la marca Queen gracias a su talento y trabajo de tantos años).
En lo personal, había esperado la película durante muchísimo tiempo, tenía expectativas pero pensaba que sólo atraería al público de la banda y, quizá, a algún curioso por conocer algo más sobre la vida de “ese tipo que dicen que cantaba tan bien”. Pero he aquí que Bohemian Rhapsody ha venido a mostrarnos, definitivamente, la diferencia entre un documental y una película, y que Rami Malek no nos deja otra alternativa que rendirnos a sus pies.
El actor logra no sólo recrear a la perfección las presentaciones de Freddie y su “yo” público, sino también nos acerca al Freddie íntimo, solo, desaforado y frágil. Las miradas, a través de sus ojos claros, cuentan partes de la historia de nuestro ídolo que nos conmueven hasta las lágrimas, que nos conectan con su dolor.
Y tan película es, que presenta muchas licencias de guión. Para algunos son errores, sin embargo, esto no podría ser así porque la producción fue supervisada por Roger y Brian y porque, si entendemos algo de cine, sabemos que las historias deben “cerrar”, que los espectadores deben entender y que los que conocemos la carrera de Queen podemos reponer datos que parecen faltar.
Además, no es fácil condensar tantos años en el ruedo en apenas dos horas. Por si está leyendo alguien que quiera ilustrarse sobre la historia de Queen, más que regodearse identificando errores que no son tales, voy a comentar algunos aspectos del guión que lo hacen diferente a un documental (el que quiera ver uno, los hay y son muy buenos):
Freddie y John no llegaron al mismo tiempo a la banda. Tampoco el cantante conoció a Roger y Brian el día en que Tim Staffell se fue de Smile. Tal vez este es el primer momento de la película que nos descoloca un poco a los fans, pero es entendible si pensamos que llevaría demasiado tiempo mostrar todo el proceso por el que pasaron antes de ser Queen y de dar con el bajista apropiado para el grupo. El inicio de la relación con Mary tampoco fue de esa manera que vemos en pantalla, pero hace que cierre el relato de una noche que marca un antes y un después en la vida del joven Bulsara.
Hay alteración en la cronología de algunas canciones y acontecimientos. Pero, en lo personal, la que más me llamó la atención fue ubicar la visita de Queen a Brasil en los setenta (el primer paso de la banda por Sudamérica fue en 1981 y el multitudinario Rock in Rio fue en 1985). Según mi opinión, esto se justifica por el hecho de darle un marco más espectacular y emotivo a la ruptura de Freddie con Mary, mientras suenan de fondo miles de voces coreando Love Of My Life.
Queen no llevaba años sin tocar en vivo cuando se presentaron en el Live Aid. Ni siquiera la edición de Mr. Bad Guy (el primer disco solista de Freddie) generó una crisis tan profunda en la banda. De hecho, el primero en publicar en solitario cuando el grupo ya estaba consolidado fue Roger.
Cuando tocaron en aquel legendario concierto benéfico, apenas hacía meses que habían concluido una gira. Esta licencia de guión seguramente se debe a que se intenta marcar un punto de quiebre en la vida de Freddie que lo lleva a replantearse actitudes y decisiones. Él necesita volver “a la nave nodriza” (me recuerda al: “Mama please, let me back inside”, de Mother love), para empezar de nuevo, irónicamente, cuando el tiempo se le estaba terminando.
Y en ese empezar de nuevo está la música, está “soltar” a Mary (quien le abre los ojos en una de las mejores escenas de la película), está iniciar una vida con el amor de Jim (a quien, por cierto, tampoco conoció de la manera en que se muestra) y está el reiniciar el vínculo con su familia. Mejor contexto imposible, sumado al diagnóstico fatal que, en realidad, sucedió en 1987.
Si tuviese que decir en qué aspecto Bohemian Rhapsody me dejó cierto sabor a poco, pero no por eso el resto me pareció exquisito, es un previsible menoscabo al talento de los demás integrantes del grupo, no sólo en lo musical, sino también en los procesos creativos de las tapas de los discos, los vídeos o las giras y a la relación entre ellos.
Me hubiese encantado ver algo de la sociedad Mercury-Taylor en un negocio de ropa en Londres, a Roger encerrado en un armario para que su I’m In Love With My Car fuera el lado B de Bohemian Rhapsody (aunque hay unos pasajes muy cómicos sobre eso) y, a pesar de las rabietas y los egos, esa dupla vocal, amistosa e intensa entre el cantante y el baterista. Todos sabemos de su amistad, por eso alguna pincelada hay al respecto en la película cuando vemos que Freddie compra su nueva casa y quiere estrenarla con su compañero, quien había dejado un poco de lado sus andanzas para formar una familia.
Un personaje muy bien logrado y del que pocos hablan es el de Paul Prenter. Algún distraído puede pensar que es pura ficción o que, con la necesidad de poner un “malo de la película”, se ha exagerado su intervención nefasta en la vida de Freddie. Pues bien, el muy desgraciado fue así de desgraciado, no tiene muchas vueltas su inclusión en la historia.
¿Qué decir de la banda sonora? Inmejorable, aunque acotada por duración y por la etapa que se quiere recrear. Desde el primer segundo de la película hasta el último, es una catarata de emociones para los fans y una clase de buena música para ese nuevo público al que, gustosamente, debemos darle la bienvenida.
Para terminar, aunque sé que podría continuar debido a mi amor por Queen y mi gusto por las formas de contar historias, sólo voy a decir que ahora comenzaré a aguardar qué nos tendrán Brian y Roger preparado para el futuro.
Siempre admito que comencé mi pasión por la banda a los catorce años, cuando Freddie murió. Fue un comienzo desesperanzado, como un romance sin futuro. Pero el transcurrir del tiempo me ha demostrado que siempre puedo esperar algo más. Por eso debemos permitirnos soñar. A veces los sueños se cumplen y la realidad se convierte en algo aún mejor que la fantasía original. Y esa convicción, en gran parte, se la debo a Queen (que lo ha hecho de nuevo).