Freddie Mercury se convirtió en el símbolo de la lucha contra la enfermedad causada por el VIH.
“Tras las tantas especulaciones de la prensa, deseo confirmar que fui diagnosticado con VIH positivo y que tengo Sida. Sentí que era correcto mantener esta información en privado para proteger la privacidad de quienes me rodean. De todas formas, ha llegado el momento de que mis amigos y fans alrededor del mundo sepan la verdad, y espero que todos me apoyen a mí, a mis doctores y a todos aquellos en la lucha contra esta terrible enfermedad”.
Estas fueron las palabras que Freddie Mercury, vocalista de la banda Queen, usó para dar a conocer al mundo que padecía Sida, las cuales fueron publicadas en un comunicado el 23 de noviembre de 1991.
Solo un día después, otra noticia aún mayor marcó la pauta noticiosa: Farrokh Bulsara, quien dio su voz única a las canciones de Queen, murió en su residencia en Londres.
No fue un proceso fácil. Si bien Mercury usó el secretismo como principal método para sobrellevar su enfermedad, la prensa sensacionalista de la época aprovechó cada pista -por mínima que sea- para difundir que era portador de VIH.
El 9 de agosto de 1986 Queen realizó el último concierto con su formación original en Knebworth, Inglaterra. Nadie sabía que esa sería la último presentación de Mercury sobre el escenario. Ni las 120.000 personas que conformaban el público.
Los rumores comenzaron en 1987, cuando se publicó que el cantante se realizó el examen sin revelar nunca el resultado. La confirmación a las sospechas de la prensa la proporcionaron otras señales que se presentaron con el paso del tiempo.
Terminada la gira Magic Tour, los británicos se tomaron un receso de dos años antes de componer y grabar nuevamente su próximo trabajo: The Miracle. Este álbum publicado en 1989 no solo dio las primeras señales de la seria enfermedad del vocalista por carecer de una gira promocional, también por canciones como “I Want It All” y “Was It All Worth It”, las cuales invitan a reflexionar en torno a los logros en la vida.
“Nosotros realmente no sabíamos qué ocurría. Nunca hablamos sobre eso y era una suerte de regla implícita porque Freddie no quería. Solo nos dijo que no estaba en condiciones de ir de gira y eso fue todo”, recordó Brian May, guitarrista de Queen.
Si bien la figura de Mercury comenzó a desaparecer gradualmente, el cambio levantó altas sospechas en la prensa y, por ende, en sus fans. Concedía aún menos entrevistas que antes, sus apariciones públicas se redujeron al mínimo y la producción de vídeos musicales disminuyó; pero trabajó incansablemente en aquello que lo mantenía vivo: la música.
“Decidió invitarnos a su casa para una reunión”, contó Roger Taylor en entrevista con Rolling Stone sobre el día en que Mercury les dio a conocer su enfermedad. “Probablemente saben cuál es mi problema. Lo es, y no quiero que marque ninguna diferencia. No quiero que se sepa. No quiero hablar de ello. Solo quiero seguir trabajando hasta que no pueda más. Me gustaría que me apoyaran en esto”, dijo Freddie según el testimonio de sus amigos y colegas.
“Nos marchamos y cada uno se fue a sufrir a su casa. Esa fue la única conversación sobre el tema que tuvimos”, recordó May.
“Cantaré hasta que me desangre”
El trabajo no cesó. Aunque Mercury estaba en una etapa avanzada del Sida, su fuerza y pasión por cantar lo llevaron a volver rápidamente al estudio.
Si bien Mercury fue quien insistió en grabar, “al final del disco la enfermedad se mostró con toda su fuerza”, dijo Brian May. “A veces Freddie era incapaz de verbalizar, lo que quería expresar. En cierto sentido, aunque suene muy extraño, creo que Roger y yo verbalizamos por él; escribiendo algunas de las letras, porque él había llegado a un punto en el que no podía expresarse con palabras. Así que, en temas como ‘The show must go on’, en mi caso, o en ‘Days of our lives’ en el caso de Roger, era material que le ofrecimos a Freddie para que él pudiera trabajar junto a nosotros”.
El ambiente era una paradoja. A pesar del sufrimiento de Mercury producto de la enfermedad lo que predominaba en el ambiente era la alegría: “Freddie sufría dolores, pero podía disfrutar de lo que más le gustaba hacer. A veces eso solo duraba un par de horas, se cansaba mucho. Sin embargo, durante ese par de horas, lo daba todo. Cuando no podía mantenerse de pie, solía apoyarse en una mesita, bebía un vaso de vodka y decía: ‘Cantaré hasta que me desangre’”.
El resultado fue Innuendo, con versos que anunciaban la tragedia: “The Show Must Go On” y “These Are The Days Of Our Lives”, el último videoclip de Freddie Mercury.
En blanco y negro, y con altas cantidades de maquillaje, Queen grabó el videoclip de esta canción que analiza el ayer. Este registro del 30 de mayo de 1991, no solo es relevante por ser la última grabación del cantante con su banda original, además da muestras evidentes del deterioro causado por la enfermedad, a pesar del maquillaje que buscaba emular buena salud.
Una vez finalizado, grabado y publicado Innuendo, el hombre de la voz tras “Love of my life” dijo dos palabras ya dichas hace un par de años: quiero grabar. Sus compañeros, intentaron disuadirlo en pos de su salud, pero Mercury se negó.
“Compone unas canciones… sigue dándome letras. Yo las cantaré”, dijo Mercury según recordó May. El título fue Made In Heaven, con canciones como su homónima, “Let Me Live” y “Heaven For Everyone” que salieron al mercado de forma póstuma en 1995.
“Quería continuar porque era lo que más disfrutaba. Trabajar le ayudaba a encontrar el coraje para enfrentar su enfermedad”, dijo Mary Austin, primera novia de Mercury y compañera hasta sus últimos días, cuya versión fue corroborada por Jim Hutton, pareja del músico hasta su muerte: “De no haber tenido la música, no habría durado”.
El 18 de febrero de 1990 fue la última aparición pública de Freddie Mercury, apenas un par de meses antes de ser grabado en su último videoclip musical con maquillaje en blanco y negro.
La ocasión fueron los Brit Awards, ceremonia en que Queen subió al escenario a recibir su galardón y Brian May dedicó unas palabras de agradecimiento mientras el cantante guardaba distancia del micrófono en un traje celeste que apenas contrastaba con la palidez de su rostro. “Gracias, buenas noches” fueron sus últimas palabras al público.
Para septiembre de 1991 Freddie había grabado todo lo que su cuerpo le permitió. Luego, se fue a su residencia en Kensington, rechazando gran parte de las visitas y los medicamentos que le recetaron: solo permitió la compañía de su círculo más cercano y los fármacos analgésicos.
Sus últimos días sufrió de ceguera, constante fatiga, extrema delgadez y dolor generalizado. La prensa no pudo captarlo con tal nivel de deterioro, a diferencia de sus amigos y colegas que vieron cómo el talento único de Mercury se iba para siempre.
“El problema grave fue su pie. Trágicamente le quedaba muy poco de él. Una vez nos lo mostró en la cena”, contó Brian May en entrevista con The Sunday Times. “Luego dijo: ‘Oh Brian, siento mucho afligirte al mostrarte eso’. Y yo solo le dije que no estaba afligido por eso, sino porque me di cuenta que vivía con ese terrible dolor”.
El 24 de noviembre de 1991 los medios de prensa que el día anterior confirmaban que Mercury padecía de Sida, informaban al mundo que había muerto. El hombre con una voz privilegiada, que alcanzaba un rango melódico único que marcó la historia de la música, se despidió de familiares, amigos y seguidores desde su cama en Kensington.
“Perdió la batalla por solo unos meses”, dijo años después Brian May sobre la muerte de su amigo ocurrida poco antes que se descubrieran tratamientos para el Sida. “Si hubiese sido un poco después aún lo tendríamos con nosotros, estoy seguro. No puedes preguntarte ‘¿Qué pasaría si…?’ No puedes preguntarte eso, porque ahí yace la locura”.