Muchos fans de las distintas bandas recuerdan la fecha exacta y los motivos por los cuales empezaron a amar a sus ídolos. Aquellos que nos enamoramos de Queen en los noventa, tal vez no podemos precisar día y hora, pero las circunstancias fueron de fascinación y dolor al mismo tiempo. Nuestro camino fue inverso al del público queenero de los setenta y ochenta. Comenzamos con el duelo, y después nos unimos a la fiesta. Una fiesta a la que le falta uno de sus anfitriones, lo que la hace menos jocosa, pero quizá más mágica.
Al principio algunos creían que esa nueva generación de fans iba a mantener un interés efímero por considerarlo producto de una “moda”, pero gracias a lo inabarcable del arte de Queen, lo que provoca en nosotros, la necesidad de honrar la memoria del gran Freddie y el maravilloso empecinamiento de Roger y Brian por mantener el fuego de su legado, nosotros aún estamos aquí, y lo estaremos por siempre. Es por eso que hoy compartiré parte de mi historia personal con la banda.
En febrero de 1981 yo tenía tres años. Nada recuerdo de la visita de Queen a la Argentina (mi país), pero sí me acuerdo de las incontables ocasiones en que mi abuela y mi tío, que asistieron a uno de sus shows en Vélez, me han contado anécdotas de esa noche. A Brian, en el ´92, también me lo perdí, pero grabé su emotivo recital de la radio, en un cassette que todavía atesoro.
La música, principalmente el rock, ha estado siempre presente en mi vida. Durante parte de mi infancia y de mi adolescencia, los sábados al mediodía almorzábamos con mi familia mirando por televisión un programa de videos musicales. Los clips promocionales de los discos The Works hasta Innuendo llamaban particularmente mi atención, pero parece que no estaba en mis planes hacerme fan de un grupo. Precisamente fue la canción “Innuendo” la que considero que encendió en mí la llama queenera.
En noviembre de 1991, los rumores sobre la salud de Freddie inundaron los medios de mi país. Luego vino el comunicado de prensa y, al otro día (eso sí lo recuerdo con precisión), la noticia que conmovió a todos; hasta me pareció que el periodista que anunciaba el fallecimiento de Freddie tenía un nudo en la garganta y lágrimas contenidas en sus ojos.
Nosotros, los fans “tardíos” (si se me permite el término), pensamos que todo había terminado cuando recién comenzaba. En medio de una profunda tristeza, la televisión, las revistas y sobre todo, la radio, nos musicalizaban aquellos meses con los sonidos de Queen. En poco tiempo conocimos todas sus canciones, su historia, su grandeza… ya no habría vuelta atrás. El tributo de abril del ’92, tan emocionante y contundente, terminó de sellar un pacto de admiración que continúa con la misma entereza con que Freddie cantó “The show must go on” o participó en el video de “These are the days of our lives”.
Durante mi adolescencia, Queen protagonizó muchos de mis mejores momentos y acciones: reafirmar el lazo con mi mejor amiga, coincidir en una reunión del club de fans con mi profesora de Literatura y dar inicio a una amistad que dura hasta el presente, escribir un ensayo sobre ídolos que fue premiado y publicado en una antología nacional de jóvenes autores, y acompañar cada momento de esa difícil y trascendental etapa. Luego vinieron las ganas de ser profesora en inglés (aunque finalmente me decidí por el español), los recitales de 2008 y 2015 en Buenos Aires y mi encuentro con las redes sociales a las que, en gran parte, utilizo para estar al tanto de Queen y difundir su música.
Pido disculpas por tantas referencias personales, pero sé que mi historia es similar a la de muchos de mi generación. Los años noventa nos abrieron las puertas con la banda sonora de Innuendo y Greatest Hits II, la despedida de Freddie pareció apagarnos los destellos de un amor recién declarado y sumergirnos en la oscuridad sin esperanzas, el tributo de sus amigos y colegas admirados y admiradores nos dio la llave tan necesaria para saber que estábamos en casa y que ya nada podría despojarnos del sueño de la celebración.
Hoy, veinticinco años después, seguimos extrañando a Freddie y, de una manera distinta, al siempre imprevisible John. Por su parte, Brian y Roger nos acarician con sus proyectos fuera de la banda y llevan la música de “Queen +” alrededor del mundo, cumpliendo el único sueño posible para las generaciones “póstumas”: verlos a ellos en vivo celebrando su legado. Es por eso que no les reprochamos que el show continúe, es por eso que brindamos por la salud de la Reina.
| Escrito por Elizabeth Queen para A Queen Of Magic